El autobús
Hace lo menos 17 años que voy a trabajar en autobús. Unas veces por la mañana y otras por la tarde. (Si, a veces mi pareja se digna dejarme el coche).
El mundo del autobús es muy peculiar. Siempre suelo encontrar uno de esos escasos asientos individuales para sentarme y que no me molesten con charlas de ascensor, tipo... "¡Uff! por poco lo pierdo, ¿Qué calor, no?". y que te invitan a contestar para seguir comentando el tiempo, o cualquier otra cosa, como si los conocieses de toda la vida. Y todo porque sueles coincidir siempre con ellos en el mismo autobús y a la misma hora.
¿Y cuando cambias de hora y coges otro autobus y encuentras un maravilloso sitio individual?
En alguna parada siguiente sube alguien que te echa una mirada asesina "ese sitio es miiiiio, es mi tesooooro" y a ti te da igual. El que primero llega, primero pilla. y sigues el viaje observando la gente que sube y viendo como se llena y se llena y se llena. Y alguien se agarra al asidero de tu respaldo enganchándote sin querer el cable del auricular del walkman, dándote un tirón que casi te arranca la oreja. Otro se pega tanto a tu asiento que casi puedes olerle el paquete o aquella que lleva un bolso inmenso lleno de cosas inútiles y va todo el viaje restregandotelo en la cabeza.
Y cuando vas de pie, agarrado a una barra vertical? eso cuando consigues que despeguen el cuerpo de casi toda la barra, que parece que se pegan a ella con loctite. ¿Y cuando, sin querer, tu mano tropieza con otra que tambien esta agarrada a la misma barra y se separan de repente como si husiemos recibido una descarga eléctrica?.
Otro tema interesante son los olores corporales, pero eso ya lo contaré otro día, cuando pueda recuperarme de la impresión de hoy de uno que... ¡¡Diossss!! ¡¡Qué olorrrr!!
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